Era el 19 de Agosto de 2007, y pese a la hora que marcaba mi reloj, (9:23) el Real de la fira ya presentaba un magnífico aspecto. Los feriantes se apresuraban a montar sus barracas a lo largo de toda la alameda. De fondo, el sonido inconfundible del cante gitano resonaba desde alguno de los muchos escaparates de baratijas varias que se ofrecen a lo largo y ancho del paseo. El olor a frito rezumaba en cada uno de los bares y tabernas de la zona. Después de una corta caminata, llegamos al bar de siempre, donde nos esperaba un contundente y sabroso almuerzo de huevos fritos y pimentones verdes acompañando a dos carnosas sardinas saladas. Todo ello perfectamente acompañado por un buen Marqués de Cáceres, y la agradable compañía de un padre.
Después del almuerzo, nos dirigimos al quiosco más cercano para hacernos con la prensa deportiva. Como siempre, empiezo el periódico por detrás, llegando así lo antes posible a mi sección por excelencia, el baloncesto. El inminente Eurobasquet de España acaparaba la mayor parte de noticias. Pero de repente, un aislado artículo NBA centró toda mi atención. A medida que leía la noticia, algo dentro de mí empezó a desmoronarse de forma lenta pero inexorable. La plácida mañana estival vivida hasta el momento dejó paso a un profundo sentimiento, mezcla de tristeza, decepción y rabia. No podía creer lo que estaba leyendo, o mejor dicho, mi mente no era capaz de desenredar los macabros entresijos que escondía tal sombrío acontecimiento.
Textualmente, el periódico redactaba lo siguiente:``Triste noticia para el baloncesto profesional americano. Eddie Griffin, el que fuera jugador de Houston Rockets y Minnesota Timberwolves, perdió la vida en un accidente de tráfico ocurrido el pasado viernes.. El accidente se produjo alrededor de la 1.30 de la madrugada’’. Igual muchos pensareis que exagero en la respuesta que produjo en mí, la muerte de un jugador, poco conocido y popular como Eddie. Pero tranquilos, porque llegareis a entenderme, y compartiréis mi sentimiento cuando os cuente la espeluznante, rocambolesca y sobrecogedora historia que precede a la muerte de este joven afroamericano de tan solo 25 años.
Eddie Jamal Griffin nació el 30 de Mayo de 1982 en Philadelphia. En el Instituto, defendió los colores del Roman Catholic High School, al que lideró al campeonato en su primer año júnior, convirtiéndose en toda una celebridad en el estado de Pennsylvania. No en vano,se decía que era el mejor jugador salido de Philadelphia desde Wilt Chamberlain. Y fue considerado por muchos expertos como el mejor jugador de instituto de todo el país. Griffin era un talentoso ala-pívot de 2,08 cm, con buenos movimientos al poste bajo, gran tiro desde media y larga distancia, y una gran capacidad defensiva, sobretodo a la hora de colocar tapones. Jugador que combinaba a la perfección la dureza y contundencia en defensa, con una clase innata de cara al aro.
Estudió en la Universidad de Seton Hall, defendiendo los colores de los Pirates, donde ofreció un gran rendimiento en su única temporada en la NCAA, promediando 17,8 puntos, 10,8 rebotes, y 4,4 tapones. Convirtiéndose en el primer jugador de Seton Hall en ser nombrado Freshman del año. Fue incluido en el segundo mejor quinteto de la Big East, y se ganó la honorable mención de All-América. Aquella temporada terminó segundo de la liga en tapones, y quinto en rebotes. Instaurando el record en tapones al año en su universidad (133),acumulando además 21 dobles-dobles, y 1 triple doble. En definitiva, argumentos mas que suficientes para augurarle una exitosa carrera en el baloncesto profesional americano, y hablar de Griffin como una futura estrella de la NBA. Pero por desgracia, este mismo año acontecería un suceso que acabaría siendo determinante para el fatal devenir de Eddie. Su hermano mayor, Marvin Powell, moría a los 34 años de edad como consecuencia de un ataque al corazón.
Los que conocían bien a Griffin dicen que después de esto nunca volvió a ser el mismo. Los lazos fraternales que unían a Eddie con su hermano eran demasiado fuertes y profundos. Nunca llegaría a superar este tremendo golpe. Apenas había cumplido 19 años, y el joven pívot entraría en una espiral de desorden, delincuencia y perdición, con un único denominador común, el alcohol. Adicción que a partir de este momento pasaría a convertirse en su verdugo inseparable hasta el día de su muerte.
CONTINUARÁ.....
La verdad es que no sabia nada de esta historia, muy interesante.
ResponderEliminarUn dato, esa misma mañana un servidor cumplía 36 tacos ... curioso ¿no?